sabato 13 dicembre 2014

OTRAS ANÉCDOTAS

 
En el famoso epigrama de Tomás de Iriarte la lengua italiana es un suspiro. También el emperador Carlos V dijo que era la lengua más adecuada para hablar con las mujeres. Y en esa línea hay dos autores españoles, Julio Camba y Jaime Campmany, que han destacado el carácter sensual de la lengua italiana. Aunque este último encuentra al francés todavía más apasionado.
 
Camba dejó escrito:
“Cuando una mujer me habla en italiano, a mi me parece como si yo no tuviera nada más que pedirle. Que me diga pomeriggio o que me diga mezzogiorno, que me diga ostrica o que me diga tartaruga, al oírla, me siento siempre acariciado de un modo sutil. Hay, decididamente, en la vocalización del italiano algo tan sensual que, si yo tuviera hijas, no las permitiría que aprendiesen este idioma hasta después de casadas”.
 
Jaime Campmany, por su parte, reflexionaba así respecto a los matices del español, el francés y el italiano:
“A mí, eso de prohibir las palabras extranjeras mezcladas con el idioma nacional me parece una gilipollá. Hay palabras que no tienen el mismo matiz en un idioma que en otro. No es lo mismo decir “corazón” que decir “coeur” o decir “cuore”. ”Corazón” es más épico, “cuore” es más lírico y “coeur” es más copulativo. No digamos nada de la palabra ”amor”. “Amor”, así, en castellano, resulta místico, galante, dramático. “Amore” parece más ligero, sensual, musical y cantable. Y “amour” es, desde luego, mucho más apasionado y cachondo”. Con el “amor” y el “amore” nunca se sabe, pero con el “amour” de seguro que se termina en la “chambre”.







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